miércoles, 2 de septiembre de 2015

¿Qué está destruyendo a los matrimonios católicos? La respuesta podría sorprenderte

Por Kate Veik








WASHINGTON D.C., 26 Ago. 15 / 05:10 pm (ACI).- De las numerosas parejas católicas que pasan por el consultorio del sacerdote P. T.G Morrow en Washington D.C en Estados Unidos para terapia familiar, dos de ellas impactaron especialmente al presbítero.
En muchas maneras esas dos parejas eran perfectas: estaban abiertas a la vida, educaban a sus hijos en la fe y recibían frecuentemente lossacramentos. Pero ambos matrimonios terminaron rotos. ¿El culpable? Los enojos.
“Los enojos son un veneno”, aseguró a ACI Prensa el P. Morrow, teólogomoral y autor de Overcoming Sinful anger (Superando la ira pecaminosa). “Si un esposo y su mujer se enfadan con frecuencia, eso destruye la relación. La hace tan dolorosa que quieren terminar con ella”.
La experiencia del enojo es universal. Es natural, puede ser incontrolable y es una respuesta al comportamiento de otros, afirma. A veces los enojos pueden ser correctos, Santo Tomás de Aquino dijo que si este se unía a la razón era digna de alabanza; pero la mayoría de las veces están encaminados hacia la ira pecaminosa que está motivada por el deseo de venganza, explicó el sacerdote.
Y la ira como pecado tiene efectos devastadores en las relaciones.
“Es extremadamente importante que la gente se dé cuenta de que la ira y los enojos pueden ser algo serio, especialmente si cuenta con arrebatos mayores que dañan a otras personas”, afirmó el P. Morrow.
La ira es tan destructiva que muchos expertos matrimoniales recomiendan a las parejas tener cinco reacciones positivas por una de enojo.
“El enojo, cuando se expresa de manera incorrecta, es un veneno para las relaciones”, afirma. “Los esposos necesitan ser especialmente cautelosos con esto y trabajar para superarlo”.
A pesar de que el sentimiento de ira es natural e imposible de evitar, el P. Morrow asegura que es importante conocer cómo expresar el enojo y la disconformidad de una manera efectiva y positiva. El primer paso es decidir si vale la pena enfadarse.
“La gente se enfada por pequeñeces, cosas sin importancia”, afirma. “Hay que pensar “¿Vale pena enfadarme por esto? Si no, déjalo pasar. Simplemente olvídalo”.
Si tu enfado está justificado y la confrontación terminará por ser algo positivo para el otro, utiliza el humor y la diplomacia para expresarlo. Si la confrontación no hará mejor al otro entonces, apunta el P. Morrow, puede ser una buena idea ofrecer tu enfado al Señor como sacrificio por tus pecados y por los pecados del mundo.
“La rabia no se va automáticamente en el primer intento”, explica. “Hay que continuar ofreciéndoselo a Dios como sacrificio”.
El P. Morrow asegura que esa actitud hacia los enfados no significa que las personas deban convertirse en “cobardes incapaces” de expresar su insatisfacción con las acciones de los otros.
Por eso pone el ejemplo de Santa Mónica, la madre de San Agustín de Hipona. Muchos de los hombres de Tagaste en esa época tenían temperamentos violentos y el marido de Santa Mónica no era una excepción. Cuando volvía a casa y gritaba a Santa Mónica ella le decía que se calmara. Algunas veces, después de la explosión de rabia de su marido, Santa Mónica se acercaba tranquilamente a él y con calma le explicaba sus quejas.
“Ella era cualquier cosa menos cobarde. Santa Mónica tenía un objetivo concreto, quería ser santa y convertir a su hijo. Persiguió sus objetivos con ardor, y como resultado convirtió a su marido violento y también a su hijo Agustín”.
Para más información consulte el libro del P. Morrow, Overcoming Sinful Anger que incluye un manual desarrollado por el sacerdote tras años como mediador matrimonial y director espiritual, además de haber realizado su tesis doctoral en la Teología del Cuerpo de San Juan Pablo II en el Instituto para Estudios sobre Matrimonio y Familia.
Traducido por Blanca Ruiz

martes, 1 de septiembre de 2015

25 secretos que Jesús reveló a santa Faustina Kowalska para protegerse de los ataques del demonio

En Cracovia-Pradnik, el 2 de junio 1938, el Señor Jesús dictó a una joven Hermana de la Misericordia polaca un retiro de tres días. Sor Faustina Kowalska registró minuciosamente las instrucciones de Cristo en su diario, que es unmanual de mística en la Oración y la Divina Misericordia.
 
Después de haber leído el Diario unas veces en los últimos 20 años, me había olvidado del único refugio que Cristo dio sobre el tema de la Guerra Espiritual. Luego, hace poco, fui invitado a dirigir un retiro en Trinidad basado en la "Conferencia sobre la Guerra Espiritual" de Cristo tal como se presenta en el Diario.
 
En el Santuario de la Sagrada Familia, un grupo increíble de líderes laicos al servicio del arzobispo y sacerdotes, patrocinó el retiro la arquidiócesis de Trinidad y llenamos el Seminario de St. John Vianney para reflexionar sobre esta enseñanza.
 
Aquí están los secretos que Jesús reveló a su pequeña novia Faustina sobre cómo protegerse de los ataques del demonio. Estas instrucciones se convirtieron enel arma de Faustina en la lucha contra el maligno enemigo.
 
Jesús comenzó: "Hija mía, quiero enseñarte acerca de la guerra espiritual"
 
1. Nunca confíes en ti misma, sino abandónate completamente a mi voluntad.
 
La confianza es un arma espiritual. La confianza es parte del escudo de la fe que san Pablo menciona en la Epístola a los Efesios (6,10-17): la armadura del cristiano. El abandono a la voluntad de Dios es un acto de confianza; la fe en acción disipa los malos espíritus.
 
2. En la desolación, oscuridad y dudas, acude a Mí y a tu director espiritual, él siempre te escuchará en mi nombre.
 
En tiempos de guerra espiritual, reza inmediatamente a Jesús. Invoca Su Santo Nombre, que este es muy temido en el inframundo. Traiga las tinieblas a la luz diciéndoselo a su director espiritual o confesor y siga sus instrucciones.
 
3. No negocie con cualquier tentación; enciérrate inmediatamente en Mi Corazón.
 
En el Jardín del Edén, Eva negoció con el diablo y perdió. Tenemos que recurrir al refugio del Sagrado Corazón. Corriendo hacia Cristo, es como le damos la espalda a lo demoníaco.
 
4. A la primera oportunidad, releva la tentación a tu confesor.
 
Una buena confesión, un buen confesor, y un buen penitente, son una receta perfecta para la victoria sobre la tentación y la opresión demoníaca, ¡esto no falla!
 
5. Pon tu amor propio en el último lugar, de modo que este no contamine tus obras.

 
El amor propio es natural, pero debe ser ordenado, libre de orgullo. La humildad vence al diablo, que es el orgullo perfecto. Satanás nos tienta al amor propio desordenado, que nos lleva a la piscina del orgullo.
 
6. Ten gran paciencia contigo misma
 
La paciencia es un arma secreta que nos ayuda a mantener la paz de nuestra alma, incluso en las grandes tormentas de la vida. La paciencia con uno mismo es parte de la humildad y la confianza. El diablo nos tienta a la impaciencia, a que se vuelva contra nosotros mismos de modo que nos enojemos. Mírate a ti mismo a la vista de Dios. Él es infinitamente paciente.
 
7. No descuides las mortificaciones interiores.
 
La Escritura enseña que algunos demonios sólo pueden ser expulsados con oración y ayuno. Las mortificaciones interiores son armas de guerra. Pueden ser pequeños sacrificios ofrecidos con gran amor. El poder del sacrificio por amor desaloja al enemigo.
 
8. Siempre justifícate a ti misma las opiniones de tus superiores y de tu confesor.
 
Cristo habla a santa Faustina que vive en un convento. Pero todos tenemos personas con autoridad sobre nosotros. El diablo tiene como objetivo dividir y conquistar, de manera que la humilde obediencia a la auténtica autoridad es un arma espiritual.

9. Rechaza las murmuraciones como a una plaga.
 
La lengua es una poderosa embarcación que puede hacer mucho daño. Estar murmurando o chismeando, nunca es de Dios. El diablo es un mentiroso que suscita acusaciones falsas y chismes que pueden matar la reputación de una persona. Rechaza las murmuraciones.
 
10. Deja que todos actúen como quieran; pero tú tienes que actuar como Yo quiero que lo hagas.
 
La mente de uno mismo es la clave en la guerra espiritual. El diablo es un entrometido que intenta arrastrar a todo el mundo. Agrada a Dios y deja que las opiniones de los demás vayan por el camino.
 
11. Observar la regla tan fielmente como te sea posible.
 
Jesús se refiere a la regla de una Orden Religiosa aquí. La mayoría de nosotros hemos hecho algún voto delante de Dios y de la Iglesia y debemos ser fieles a nuestras promesas, es decir votos matrimoniales y promesas bautismales. Satanás tienta a la infidelidad, la anarquía y la desobediencia. La fidelidad es un arma para la victoria.
 
12. Si alguien te causa problemas, piensa en el bien que puedes hacer a la persona que te hizo sufrir.
 
Ser un vaso de misericordia divina es un arma para el bien y para derrotar el mal. El diablo trabaja sobre el odio, la ira, la venganza y la falta de perdón. Otros nos han hecho daño en algún momento. ¿Qué le devolveremos a cambio? Regresar una bendición rompe maldiciones.
 
13. No derrame sus sentimientos.
 
Un alma habladora será más fácilmente atacada por el demonio. Derrama tus sentimientos sólo ante el Señor. Recuerde, los espíritus buenos y malos escuchan lo que dices en voz alta. Los sentimientos son efímeros. La verdad es la brújula. El recogimiento interior es una armadura espiritual.
 
14. Guarda silencio cuando seas reprendida.
 
La mayoría de nosotros hemos sido reprendidos en algún momento. No tenemos ningún control sobre eso, pero sí podemos controlar nuestra respuesta. La necesidad de tener la razón todo el tiempo puede conducirnos a trampas demoníacas. Dios sabe la verdad. Déjala ir. El silencio es una protección. El diablo puede utilizar la justicia propia para hacernos tropezar también.
 
15. No le pida opinión a todos, sino sólo a tu confesor; sé tan franca y sencilla como un niño con él.
 
La simplicidad de la vida puede expulsar a los demonios. La honestidad es un arma para derrotar a Satanás, el mentiroso. Cuando mentimos ponemos un pie en su terreno y él intentará seducirnos aún más.
 
16. No se desanime por la ingratitud.
 
A nadie le gusta ser subestimado. Pero cuando nos encontramos con la ingratitud o la insensibilidad, el espíritu de desánimo puede ser una carga para nosotros. Resista todo desaliento porque eso nunca proviene de Dios. Es una de las tentaciones más eficaces del diablo. Tenga gratitud en todas las cosas del día y saldrá ganando.
 
17. No examines con curiosidad los caminos por donde yo te conduzco.
 
La necesidad de conocer, y la curiosidad por el futuro es una tentación que ha llevado a muchas personas a los cuartos oscuros de los psíquicos, brujas, etc. Elija caminar en la fe. Decídase a confiar en Dios quien te lleva por el camino al cielo. Resista siempre al espíritu de curiosidad
 
18. Cuando el aburrimiento y el desánimo, golpean contra tu corazón, huye de ti mismo y escóndete en mi corazón.

 
Jesús entrega el mismo mensaje una segunda vez. Ahora Él se refiere al aburrimiento. A principios del Diario, dijo a santa Faustina que el diablo tienta más fácilmente a las almas ociosas. Tenga cuidado con el aburrimiento, es un espíritu de letargo o acedia. Las almas ociosas son presa fácil de los demonios.

19. No temas a la lucha; la valentía a menudo intimida a las tentaciones, y ellos no se atreven a atacarnos.
 
El miedo es la segunda táctica más común del diablo (el orgullo es el primero). La valentía intimida al diablo, él huirá ante el perseverante coraje que se encuentra en Jesús, la roca. Todas las personas luchan, y Dios es nuestra provisión.
 
20. Siempre lucha con la profunda convicción de que yo estoy contigo.
 
Jesús instruye a una hermana en un convento para "luchar" con convicción. Ella puede hacerlo porque Cristo la acompaña. Los cristianos estamos llamados a luchar con convicción en contra de todas las tácticas demoníacas. El diablo trata de aterrorizar a las almas, debes resistir al terrorismo demoníaco. Invoca al Espíritu Santo en el transcurso del día
 
21. No se deje guiar por el sentimiento, porque no siempre está bajo tu control. Todo el mérito radica en la voluntad.
 
Todo el mérito radica en la voluntad, porque el amor es un acto de la voluntad. Somos completamente libres en Cristo. Tenemos que hacer una elección, una decisión para bien o para mal. ¿En qué terreno vivimos?
 
22. Siempre depende de tus superiores, incluso en las cosas más pequeñas.
 
Cristo está instruyendo a una religiosa aquí. Todos tenemos al Señor como nuestro Superior. La Dependencia de Dios es un arma de guerra espiritual, porque no podemos ganar por nuestros propios medios. Proclamar la victoria de Cristo sobre el mal es parte del discipulado. Cristo vino a derrotar a la muerte y el mal, ¡proclámalo!
 
23. No te engañes con perspectivas de paz y consuelo; por el contrario, prepárate para grandes batallas.
 
Santa Faustina sufrió física y espiritualmente. Ella estaba preparada para grandes batallas por la gracia de Dios que la sostuvo. Cristo nos instruye claramente en las Escrituras para estar preparados para grandes batallas, para ponernos la armadura de Dios y resistir al diablo (Ef. 6,11). Estar atentos y discernir siempre.

24. Sepa bien que está en un gran escenario donde todo el cielo y la tierra están mirando.
 
Estamos todos en un gran escenario donde el cielo y la tierra están viendo. ¿Qué mensaje estamos dando con nuestra forma de vida? ¿Qué clase de tonalidades irradiamos: luz, oscuridad o grises? ¿La forma en que vivimos atrae más luz o más oscuridad? Si el diablo no tiene éxito en llevarnos a la oscuridad, tratará de mantenernos en la categoría de los tibios, que no es agradable a Dios.
 
25. Lucha como un caballero, de modo que Yo pueda recompensarte. No seas excesivamente temerosa, porque tú no está sola.

 
Las palabras del Señor a Santa Faustina pueden convertirse en nuestro lema: ¡Lucha como un caballero! Un Caballero de Cristo sabe bien la causa por la que él lucha, la nobleza de su misión, el Rey a quien sirve, y con la bendita certeza de la victoria, que lucha hasta el final, incluso a costa de su vida. Si una joven, sin educación, una simple monja polaca unida a Cristo, puede luchar como un Caballero, todo cristiano puede hacer lo mismo. La confianza es victoriosa.
 
Citas del Diario de Santa Faustina son propiedad de los Marianos de la Inmaculada Concepción, Stockbridge, Massachusetts

Derecho Canónico - El sacramento de la eucaristía

El precepto de oír Misa los domingos

 Categoría de nivel principal o raíz: Derecho sacramental
 Categoría: El sacramento de la eucaristía
 Escrito por Pedro María Reyes Vizcaíno
Desde hace siglos, la Iglesia ha prescrito la obligación de oír Misa entera los domingos y algunas fiestas más importantes (las llamadas fiestas de guardar).
El objetivo de este artículo es explicar el alcance y las obligaciones jurídicas que se derivan de este precepto, además de ofrecer algunas consideraciones de carácter pastoral. Quienes deseen profundizar en el sentido cristiano del precepto dominical pueden leer la Carta Apostólica Dies Domini, de Juan Pablo II, de 31 de mayo de 1998.
En el derecho vigente el canon 1247 establece esta obligación:
Canon 1247: El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa; y se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo.
Los días de precepto están indicados en el canon 1246:
Canon 1246 § 1. El domingo, en el que se celebra el misterio pascual, por tradición apostólica ha de observarse en toda la Iglesia como fiesta primordial de precepto. Igualmente deben observarse los días de Navidad, Epifanía, Ascensión, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, Santa María Madre de Dios, Inmaculada Concepción y Asunción, San José, Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y, finalmente, Todos los Santos.
§ 2. Sin embargo, la Conferencia Episcopal, previa aprobación de la Sede Apostólica, puede suprimir o trasladar a domingo algunas de las fiestas de precepto.
Esta obligación aparece también en el Catecismo de la Iglesia Católica en el n. 1389 y en el n. 2181. Veremos en este artículo el alcance de este precepto.

Los días de precepto

Es un precepto de derecho natural dedicar un día al descanso y al culto de Dios, aunque la concreción de este precepto es variable. Bajo el Antiguo Testamento ese día era el sábado, pero desde la época de los apóstoles, en la Iglesia se ha concretado en el primer día de la semana, esto es, el domingo, que por ello recibió este nombre (dies dominicus, día del Señor).
Además del domingo, hay otros días de precepto, que son los diez que vienen relacionados en el canon 1246 § 1, ya citado. Sin embargo, como indica el § 2 del mismo canon, las Conferencias Episcopales pueden suprimir o trasladar a domingo algunas de esas fiestas. De hecho la mayoría de las Conferencias Episcopales han suprimido o trasladado varias de estas fiestas. Téngase en cuenta que el precepto religioso no siempre coincide con fiestas o feriados civiles. El lector que quiera saber si una determinada fiesta de las citadas es de precepto en un lugar, puede consultar a su párroco.
El precepto de estos días (domingos y fiestas) se observa cumpliendo dos obligaciones: la del descanso y el culto a Dios. Esta última se concreta en la asistencia a Misa según las indicaciones que veremos a continuación.

La obligación de oír Misa

El fiel está obligado a oír Misa entera todos los domingos y fiestas de precepto, obligación que conlleva pecado grave si no se cumple. El n. 2181 del Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que “los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio (cf CIC can. 1245). Los que deliberadamente faltan a esta obligación cometen un pecado grave”.

Quiénes están obligados

Catedral de Bogotá (Colombia)
Catedral de Bogotá (Colombia)
La obligación de oír Misa afecta a todos los fieles católicos desde el uso de razón que no estén legítimamente impedidos ni hayan recibido una dispensa.
Por lo tanto, obliga a los fieles católicos: los no católicos no están obligados a oír Misa. De todas maneras, se debe recordar que ellos tienen la obligación de dar culto a Dios, pues es de derecho natural.
Obliga desde los siete años: el canon 11 establece que las leyes meramente eclesiásticas obligan a los fieles “siempre que tengan uso de razón suficiente y, si el derecho no dispone expresamente otra cosa, hayan cumplido siete años”.
Obsérvese que no se da un límite de edad superior, a partir del cual no están obligados a oír Misa, como sí ocurre con la obligación de guardar el ayuno. Por lo tanto, los ancianos están obligados a oír Misa sin que la edad suponga causa excusante, aunque no pocas veces estarán legítimamente impedidos por razón de las enfermedades y achaques que la edad avanzada suele conllevar.
No obliga a quienes estén legítimamente impedidos. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que “los fieles están obligados a participar en la Eucaristía los días de precepto, a no ser que estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños)” (n. 2181). Otros ejemplos serían el de aquellos que legítimamente trabajen el domingo (policías, médicos, etc.) o quienes viven en un lugar en el que no se celebra la Misa. En estos casos el canon 1248 § 2 indica:
Canon 1248 § 2: Cuando falta el ministro sagrado u otra causa grave hace imposible la participación en la celebración eucarística, se recomienda vivamente que los fieles participen en la liturgia de la Palabra, si ésta se celebra en la iglesia parroquial o en otro lugar sagrado conforme a lo prescrito por el Obispo diocesano, o permanezcan en oración durante el tiempo debido personalmente, en familia, o, si es oportuno, en grupos familiares.
Quienes están legítimamente impedidos no tienen obligación de oír Misa, aunque se recomienda que los fieles que se encuentren habitualmente en una de estas circunstancias, vayan a Misa otro día de la semana, dada la centralidad de la Eucaristía en la vida del cristiano. Como ya queda dicho es una recomendación, no un precepto, pero sí tienen la obligación de dar culto a Dios, pues es de derecho natural.
No obliga a quienes estén legítimamente dispensados. El canon 1245 establece:
Canon 1245: Quedando a salvo el derecho de los Obispos diocesanos contenido en el c. 87, con causa justa y según las prescripciones del Obispo diocesano, el párroco puede conceder, en casos particulares, dispensa de la obligación de guardar un día de fiesta o de penitencia, o conmutarla por otras obras piadosas; y lo mismo puede hacer el Superior de un instituto religioso o de una sociedad de vida apostólica, si son clericales de derecho pontificio, respecto a sus propios súbditos y a otros que viven día y noche en la casa.
Los Obispos muchas veces dispensan del precepto de oír Misa en las fiestas de precepto que no son fiestas o feriados civiles. Si algún fiel tiene una duda sobre un caso concreto, se recomienda que pregunte en su parroquia.

Cuándo se cumple con la obligación de oír Misa

Cumple con esta obligación el fiel que oye Misa el domingo. Además, la Iglesia, en atención a las circunstancias del mundo moderno, ha establecido que la obligación de oír Misa se cumple yendo a Misa la víspera:
Canon 1248 § 1: Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde.
Una problemática particular se da si hay dos días de precepto seguidas (por ejemplo, si el lunes es una fiesta de precepto). Puede ocurrir que la tarde del domingo se celebre la Misa de la víspera en cumplimiento de las normas litúrgicas. En estos casos, el fiel que vaya a Misa el domingo por la tarde cumple con el precepto del domingo, si no había oído Misa aún, y debe cumplir con el precepto del lunes. Y el fiel que ya había oído Misa ese domingo, cumple con el precepto del día siguiente. Por lo tanto, esa Misa vale para cumplir el precepto de cualquiera de las dos fiestas, y el fiel que asiste a esa Misa solo cumple un precepto, no los dos.
Cuándo comienza la víspera del domingo: esta es una cuestión que no pocas veces es arduo responder. Por la víspera ciertamente se entiende la tarde del día anterior; pero es difícil precisar cuándo comienza la tarde. Algunas veces se encuentran Misas del domingo a horas muy tempranas del sábado por la tarde, incluso inmediatamente después de las 12 del mediodía.
Juan Pablo II ofrece un criterio que ayuda a dilucidar la cuestión. Según él, “el tiempo válido para la observancia de la obligación comienza ya el sábado por la tarde, coincidiendo con las primeras Vísperas del domingo. En efecto, con ellas comienza el día festivo desde el punto de vista litúrgico”: Carta apostólica Dies domini, n. 49.  Por lo tanto, la Misa vespertina se puede celebrar cuando se puede rezar las Vísperas de la Liturgia de las Horas, recordando así que la víspera, también a estos efectos, es una hora canónica. Por su parte, la Ordenación General de la Liturgia de las Horas indica que “se celebran las Vísperas a la tarde, cuando ya declina el día” (n. 39). Esto es, se debe esperar a que el día decline. Este momento depende de la hora en que se ponga el sol, lo cual varía a lo largo del año.
Teniendo en cuenta que en las horas canónicas a las Vísperas preceden la Sexta (el mediodía, cuando el sol está en el cénit) y la Nona (la primera parte de la tarde) parece un abuso adelantar la Misa de Víspera hasta las doce, e incluso las cuatro o las cinco de la tarde sería demasiado temprano, aunque para afirmar plenamente esto se deben tener en cuenta los lugares y las épocas del año.
En algunos lugares el Obispo ha dado la norma de que a efectos de la celebración de la Misa vespertina se entiende que la víspera comienza a las cuatro de la tarde todo el año. Esta norma es obligatoria en esas diócesis, y puede servir de criterio e interpretación por analogía en otros lugares de la misma región.

Oír Misa entera

Para cumplir el precepto, se debe oír entera. Esto es, desde el momento en que sale el sacerdote hasta que da la bendición final y despide al pueblo. Pero no pocos preguntan si un retraso les hace incumplir el precepto. O mejor, cuándo el retraso es tan importante como para no cumplir el precepto.
La respuesta tradicional decía que en la Misa lo esencial es la liturgia eucarística (la parte que comienza con el ofertorio), por lo que quien falta a ella, incumple el precepto y debe oír otra Misa entera. Actualmente la respuesta debe tener en cuenta, como dice el Concilio Vaticano II, que “las dos partes [liturgia de la palabra y liturgia eucarística] están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto” (Const. Sacrosanctum Concilium, 56), por lo que no se puede excusar de pecado grave a quien omita íntegramente una de las dos partes.
Aun así, la duda persiste. Pienso que la cuestión sería cuándo se da la suficiente integridad, esto es, qué partes son tan esenciales como para considerar que sin ella no hay una Misa íntegra. La homilía o el Credo no son esenciales, porque faltan en muchas Misas. El Evangelio seguramente sí sería esencial. Aun así, la respuesta completa a esta cuestión debería introducir el elemento subjetivo. No se debe dar la misma respuesta, por ejemplo, a un padre o una madre que llega tarde porque tiene niños pequeños en casa (que suelen ser muy complicados para sacarlos con puntualidad) que a aquél que llega tarde porque ve la televisión o navega por internet.
Por lo demás, el precepto es oír Misa entera. Quien omite una parte de ella comete pecado, que será venial si la omisión es leve. Pastoralmente es conveniente recordar que llegar tarde a Misa es pecado desde el punto de vista objetivo, aunque será venial si no faltaron a una parte esencial. Muchos autores indican que quien llegó tarde a Misa, puede evitar el pecado venial si va a otra Misa y escucha la parte de la Misa que omitió. Esto solo es válido si en la Misa anterior se dio suficiente integridad: si no se dio, debe escuchar Misa entera.

El descanso dominical

Como ya se ha indicado, los fieles “se abstendrán además de aquellos trabajos y actividades que impidan dar culto a Dios, gozar de la alegría propia del día del Señor, o disfrutar del debido descanso de la mente y del cuerpo” (canon 1247).
Obsérvese que la finalidad de este precepto es ante todo dar culto a Dios, no solo atender a las necesidades de descanso. Para más detalles sobre el sentido profundo del descanso dominical, se puede consultar la Carta Apostólica Dies Domini, de Juan Pablo II, de 31 de mayo de 1998, nn. 64 a 68.
Como se ha indicado, el precepto dominical, que incluye el deber de descanso, obliga gravemente. En la vida de los fieles se plantean dudas prácticas que intentaremos aclarar.
La obligación de descanso abarca todo trabajo remunerado, con las excepciones indicadas a continuación. No falta a esta obligación quien trabaja en actividades no remuneradas aunque supongan un esfuerzo, como las reparaciones en su domicilio, el cuidado del jardín, etc.
Los moralistas enseñan que es legítimo trabajar los domingos unas horas, quizá dos horas como máximo. De todas maneras, no sería correcto llegar a una casuística detallada. El Señor reprochó a los fariseos que habían enmarañado el precepto del descanso sabático con tradiciones humanas (cf. Mt 12, 1-13), por lo que no deberíamos hacer lo mismo en nuestra época.
Pueden trabajar legítimamente los domingos y fiestas de precepto quienes realizan servicios esenciales para la comunidad (policías, bomberos, médicos de guardia, etc.), y aquellos cuyos trabajos facilitan el descanso de los demás (centros deportivos, museos, restaurantes, etc.). Estas personas, por lo demás, deberían tener otro día de descanso durante la semana, y en él deberían dedicarse a dar culto a Dios, aunque la asistencia a Misa no es obligatoria, como hemos indicado antes.
En nuestra época habría que tener en cuenta que las circunstancias de muchos fieles hacen a veces muy difícil el cumplimiento del precepto del descanso. La tendencia actual es permitir que los centros comerciales abran los domingos: Juan Pablo II recuerda que “es natural que los cristianos procuren que, incluso en las circunstancias especiales de nuestro tiempo, la legislación civil tenga en cuenta su deber de santificar el domingo. De todos modos, es un deber de conciencia la organización del descanso dominical de modo que les sea posible participar en la Eucaristía, absteniéndose de trabajos y asuntos incompatibles con la santificación del día del Señor, con su típica alegría y con el necesario descanso del espíritu y del cuerpo”: Carta apostólica Dies domini, n. 67.
Actualmente los trabajadores de las grandes superficies (y los de pequeños negocios en zonas comerciales que no pueden prescindir de los ingresos del fin de semana) se ven obligados a trabajar los domingos. También tienen dificultades para cumplir el precepto los trabajadores de zonas de veraneo, a la que acuden muchas personas durante unos meses. Esos negocios no pueden permitirse cerrar precisamente los domingos, días en que seguramente hacen su mayor facturación. Otra problemática parecida se presenta en zonas rurales en que durante unas pocas semanas hay que hacer trabajos agrícolas, como la cosecha. En esas épocas no se puede prescindir del trabajo ni siquiera de un solo día porque se pueden perder los frutos.
Se recomienda que quienes se encuentren en estas circunstancias hablen con el párroco. Como indicamos antes, el canon 1245 autoriza al párroco a conceder dispensa para estos casos.

Oración por las Almas 

del Purgatorio dictada 

por Jesucristo


En 1943 Jesucristo se apareció a la Vidente María Valtorta y le dio este mensaje revelador sobre el tema del Juicio y el Purgatorio.
Dice Jesucristo:
“Quiero explicarte qué es y en qué consiste el Purgatorio. Y te lo voy a explicar de forma que ha de chocar a tantos que se creen depositarios del conocimiento del más allá y no lo son…
“Las almas inmersas en aquellas llamas no sufren sino por el Amor. No desmerecedoras de poseer la Luz, más tampoco dignas aún de entrar inmediatamente en el Reino de la Luz, (mueren en estado de gracia pero no han purificado totalmente su alma, pues no han pagado las penas que se acumulan en virtud de los pecados cometidos en la tierra) al presentarse ante Dios, son revestidas por dicha Luz. En una breve y anticipada bienaventuranza que les certifica su salvación, les hace ver lo que será su eternidad y lo que hicieron a su alma privándola de años o de siglos de feliz posesión de Dios.
“¿Qué es lo que quiere el Dios Uno y Trino para las almas creadas por Él? El Bien. El que quiere el Bien para una criatura, ¿qué sentimientos abriga hacia ella? Sentimientos de Amor. ¿Cuáles son los mandamientos primero y segundo, los dos más importantes, aquellos de los que yo dije no haber otros más grandes y estar en ellos la llave para franquear la vida eterna? Es el mandamiento del Amor: Amar a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo.
“¿Qué os dije infinidad de veces por mi boca, por boca de los profetas y de los santos? Que la Caridad es la más grande de las absoluciones. Que la Caridad cancela las culpas y las debilidades del hombre, ya que quien Ama vive en Dios y, al vivir en Dios, peca poco y si peca, al punto se arrepiente y para el que se arrepiente se haya presto el perdón del Altísimo.
“¿En qué faltaron las almas? En el Amor, de haber amado mucho, hubieran cometido pocos pecados y estos leves, debidos a vuestra debilidad e imperfección.
“Por eso, Amando en la tierra es como trabajáis para el cielo. Amando en el Purgatorio es como conquistáis el cielo que en la vida no supisteis merecer. Y Amando en el paraíso es como gozáis del cielo.
“Este es el tormento: el alma recuerda la visión de Dios habida en el Juicio Particular. Si lleva consigo aquel recuerdo es porque, aún cuando no sea más que el haber entrevisto a Dios, representa un gozo que supera toda otra cosa creada y el alma se deshace en deseos de volver a gozar de aquella dicha. Aquel recuerdo de Dios y aquella Luz que le penetró al comparecer ante Él, hacen efectivamente que el alma “vea” en su exacta dimensión las faltas cometidas contra su bien, y este “ver”, junto con el pensamiento de que con aquellas faltas se privó voluntariamente para años o para siglos de la posesión del cielo y de la unión con Dios, constituye su pena purgativa.”
“El Amor y la convicción de haber ofendido al Amor es el tormento de los purgantes”.
(Dictado el 17 de octubre de 1943)
ORACION POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO DICTADA POR JESÚS
Escrito del 24 de octubre de 1944.
…escribo todo lo que Jesús dicta:
“Llega el mes dedicado a los difuntos. Ruega así por ellos:
¡Oh Jesús!, que con tu gloriosa Resurrección nos has mostrado cómo serán eternamente los ‘hijos de Dios’, concede la santa resurrección a nuestros seres queridos, fallecidos en tu Gracia, y a nosotros, en nuestra hora. Por el sacrificio de tu Sangre, por las lágrimas de María, por los méritos de todos los Santos, abre tu Reino a sus espíritus.
¡Oh Madre!, cuya aflicción finalizó con la alborada pascual ante el Resucitado y cuya espera de reunirte con tu Hijo cesó en el gozo de tu gloriosa Asunción, consuela nuestro dolor librando de las penas a quienes amamos hasta más allá de la muerte, y ruega por nosotros que esperamos la hora de volver a encontrar el abrazo de quienes perdimos.
Mártires y Santos que estáis jubilosos en el Cielo, dirigid una mirada suplicante a Dios, y una fraterna a los difuntos que expían, para rogar al Eterno por ellos y para decirles a ellos: ‘He aquí que la paz se abre para vosotros’.
Amados, tan queridos, no perdidos sino separados, que vuestras oraciones sean para nosotros el beso que añoramos, y cuando por nuestros sufragios estaréis libres en el beato Paraíso con los Santos, protegednos amándonos en la Perfección, unidos a nosotros por la invisible, activa, amorosa Comunión de los Santos, anticipo de la perfecta reunión de los ‘benditos’ que nos concederá, además de gozarnos con la visión de Dios, el encontraros como os tuvimos, pero sublimados por la gloria del Cielo”.
Maria Valtorta fue una mística italiana del siglo XX, que por gracia de Dios pudo ver, sentir y relatarnos, la vida de Jesús en la Palestina de dos mil años atrás. Con aprobación eclesiástica otorgada por Monseñor Roman Danylak, estos escritos nos transportan instante a instante a Jerusalén, al Templo, al Palacio de Pilatos, al monte Gólgota, a la Tumba nueva abierta en el huerto donde depositaron el Cuerpo de nuestro Jesús
¿Aún hay quien se convierte?

El catolicismo sigue atrayendo por la verdad que entraña, defiende, promueve y trata de transmitir 


Por: Jorge Enrique Mújica | Fuente: Catholic.net 



Se hace grande eco de que el cristianismo está a la baja. Se hace pensar que creer es cosa de gente retrógrada o estancada en el pasado. A la religión se le suele poner la objeción de que carece de razones, de que priva de la libertad… Nada más lejano de la realidad. Hoy por hoy los casos de gente que a través de la fe le dan un feliz giro a su vida siguen sucediéndose. Las conversiones siempre han interpelado a la humanidad; quizá sea ese el motivo por el que algunos periódicos, canales de televisión, sitios de Internet y programas de radio les dediquen pocos espacios. Allá ellos. Lo cierto es que las conversiones están a la orden del día; siguen siendo una constante en la historia; una línea invariable que hunde sus raíces en la aparición del cristianismo y que se alarga hasta nuestro presente.

Vueltas a la fe en Cristo

Tres casos que han impactado recientemente a la sociedad han sido los de William “Bill” Murria, Francis Beckwith y Norma McCorvey. El primero es hijo de Madelyn Murria O´Hare, militante y atea radical asesinada en 1995, quien consiguió que las cortes de Estados Unidos suspendieran las oraciones en las escuelas públicas. William lidera la Coalición por la libertad religiosa y fue uno de los críticos más sonados de la labor de su propia madre.

Francis Beckwith fue hasta hace poco el presidente de la Sociedad Teológica Evangélica, cargo al que renunció para regresar al seno de la Iglesia en la que creció: la católica. El camino de regreso de Beckwith comenzó tras leer a los Padre de la Iglesia y constatar “que la Iglesia primitiva es más católica que protestante y que la visión católica de la justificación, correctamente comprendida, es bíblica e históricamente defendible”. Una conversión, podríamos decir, de cariz intelectual.

El caso de Norma McCorvey no deja de llamar la atención: hace 34 años su caso sirvió para legalizar el aborto en Estados Unidos. Embarazada en 1970, inventó haber sido violada por una banda de pandilleros. Mientras se litigaba su caso ante la Corte Suprema nació su bebé que luego fue dado en adopción. De la triste experiencia como empleada en una clínica abortista y ante la maternidad de otra de sus hijas halló una luz que le llevaría al inicio del camino de conversión. En 1987 salió a la luz la verdad. No había sido violada, conocía al padre de su primer bebé y, posteriormente, en 1998, se convirtió al catolicismo: "Sí, ahora soy claramente pro vida y católica cien por ciento y si una mujer me dice que va abortar le diría que hablara con su corazón y su sacerdote; después, que busque a una mujer que ya haya abortado y que le pregunte qué tal le fue".

Ahora está volcada a ayudar en el movimiento pro-vida. "Trato con muchas mujeres que han abortado y que ahora conocen al Señor y se han convertido. Todas me dicen lo mismo desde hace varios años: Norma, si hubiéramos sabido ahora lo que sabemos ahora, nunca habríamos abortado", ha declarado recientemente.

Cambio de religión

Ahí está también el caso de Nidal Ranatunga, ex principiante de monje budista y ahora primer sacerdote srilankés de la Orden de san Camilo. Atraído por la belleza del perdón y la alegría de servir a los demás emprendió su camino hacia el cristianismo. Su andar fue sencillo: quinto de seis hermanos nació en una familia budista pobre. Tras la muerte de su padre fue acogido para el servicio doméstico por una familia católica ya que su madre no podía mantenerlo. Ahí comenzaría su deseo de hacerse monje budista pero por curiosidad empieza a ir a escondidas a la parroquia y después de algún tiempo, como el mismo declaró a la agencia “Asia News”, “me encontré, con estupor, rezando a la Virgen”.

Tras cinco años volvió a su hogar y, tras seis meses de catequesis, fue bautizado. La vocación fue un paso natural. Llegó a Italia en 1992 y en san Giovanni Rotondo conoció a los religiosos de la orden de san Camilo. En 1994 ingresó en esa Orden y fue hecho sacerdote en 2004. Ahora es el padre Maximiliano Ranatunga y trabaja como uno de los seis capellanes del hospital san Camilo en Roma además de atender a la comunidad de cingaleses que viven en esa ciudad.

Conversos homosexuales

Quizá el caso más conocido sea el del famoso escritor Oscar Wilde (autor, entre otros grandes libros, de “El retrato de Dorian Gray”). Pero hay otro que vale la pena rescatar y recordar: el del también escritor, aunque éste italiano, Pier Giorgio Tondelli.

Pier Giorgio, declaradamente homosexual, aunque ya converso hacia el final de su vida, dijo que la castidad “es una virtud mística para todos aquellos que la han elegido, y quizá el uso más sobrehumano de la sexualidad […] quien ama a la vida no es el libertino sino el monje, porque este último busca el absoluto”. Pocos días antes de fallecer dejo unas notas conmovedoras que reflejaban el discurso hacia el que se decantó su vida: “Sólo salva el Amor, la fe y la recaída de la Gracia”.


Científicos que dan testimonio

El “gremio” de los científicos tampoco ha dejado de tener sus representantes. Ciertamente el profesor Lejeune, figura emblemática del científico comprometido en la defensa y respeto a la vida, no fue un converso. Sin embargo su testimonio de vida bien nos hace recordar que gracias a ejemplos como el suyo es que se pueden dar las conversiones de otros. El profesor Jerónimo Lejeune fue quien descubrió el gen de la trisonomía 21 causante del síndrome de down. Profesor de genética, consejero científico, ferviente católico, primer presidente de la Pontificia Academia para la vida y, de no ser por su postura antiabortista, casi premio Nobel, fue ninguneado por quienes vieron en él a un opositor al aborto.

Giros de 180 grados: intelectuales, escritores, religiosos, ateos… 

Hay más casos que por espacio no podemos abordar uno a uno. A continuación hacemos un breve repaso por algunos países que tanto en el siglo XIX como en el XX conocieron una estela de conversiones aún hoy recordadas. En el caso judío, si bien no todas fueron conversiones al catolicismo (sobre todo al protestantismo, casos que van desde el del filósofo Max Scheler, pasando por la mediocridad del poeta Heine o la familia Wittgenstein, hasta Edmund Husserl), sí hubo algunas realmente significativas y profundas por la radicalidad de aceptación de la nueva fe abrazada. Los judíos son la veta más pequeña pero los hubo. Nombres como los de Eugenio Zolli, ex gran rabino de la sinagoga de Roma, Jean Mariae Lustiger, actual cardenal emérito de París, Novak o el ex “rey del aborto”, Bernard Nathanson, son populares.

En el ambiente francés son célebres las conversiones de grandes hombres como el luego P. Lacordaire (a quien va unida la reforma de los dominicos en Francia y una intensa actividad apostólica) o la de poetas, pensadores, novelistas y dramaturgos del calibre de Charles Peguy, Paul Claudel, Jacques y Raissa Maritain, Gabriel Marcel, Max Jacob, Leon Bloy, Charles du Bos, Jean Cocteau, Huysmans, Julián Green… o de científicos como Alexis Carrel y Pierre Lecomte; militares como Carlos de Foucault; teólogos como Louis Brouyer y escritores como André Frossard.

En Inglaterra el apellido por antonomasia es el del otrora cardenal Newman. A él se le unen nombres como el del historiador Charles Dawson o de escritores como G. K. Chesterton (cuya causa de beatificación ha sido introducida) y C.S. Lewis (éste último sólo abrazaría el anglicanismo). Los clérigos intelectuales, filósofos, novelista y actores que migraron del anglicanismo al catolicismo son numerosos: Hugo Bensos, Ronald Knox, Graham Green, Muriel Spark, Gerard Manley Hopkins, Edith Sitwell y Sir Alec Guinnes; o qué decir de Frederic Copleston, hecho incluso jesuíta, y Thomas S. Eliot quien se acerca al anglicanismo.

En el contexto alemán suenan los nombres de Eric Peterson y Heinrich Schlier, dos profesores luteranos de Sagrada Escritura integrados luego en la Iglesia católica. De la escuela fenomenológica de mediados del siglo pasado se dieron dos integraciones al catolicismo, Edith Stein (véase nuestro breve artículo en el siguiente enlace) y Von Hildebrand, y una doble al cristianismo luterano, el matrimonio Reinach. Del mundo de la literatura proceden Gertrud von Le Font, el novelista Alfred Doblin, el de premio nobel Ernst Junger o el autor del libro entrevista al entonces cardenal Joseph Ratzinger, “Dios y el mundo”, Peter Seewald.

En el mundo hispano los nombres no dejan de sernos familiares y, si cabe, más cercanos: Juan Donoso Cortés, Manuel García Morente (luego ordenado sacerdote), Carmen Laforet, Ernestina de Champourcin (convertida durante su exilio en México) y Ramiro de Maeztu. En Italia destacan las conversiones del escritor Vittorio Messori, la del empresario Leonardo Mondadori, la de la princesa Alessandra Borghese, la de la novelista Susanna Tamaro o la del vaticanista de la prensa laica Domenico del Río quien había abandonado el sacerdocio y recuperó la fe por el testimonio de Juan Pablo II.

Los números

La artimaña de atacar al catolicismo desprestigiándolo es una técnica más del milenario intento de hacerla sucumbir por intereses diversos. Sin embargo la búsqueda de hacerla aparecer como algo anticuado y propio de civilizaciones y culturas atrasadas no ha logrado medrar el ánimo de quienes se acercan con pureza de intención a ella. Ciertamente no es el mero encuentro con una institución humana; es, ante todo, el encuentro con el Dios vivo y personal que sale al encuentro. Un Dios que sólo existe en el cristianismo porque es el único Dios verdadero.

El catolicismo sigue atrayendo por la verdad que entraña, defiende, promueve y trata de transmitir a quienes están abiertos a conocerla. Los que se han abierto, a través de un proceso intelectual o con la sencillez propia de los niños, han cambiado sus vidas, se han convertido, pues ante la Verdad uno no puede permanecer indiferente y no se da otra consecuencia lógica que la del sucumbir con docilidad